El tráfico no cansa

por Silvia Duschatzky

(fragmentos de un poema de Fabio Morábito)

El tráfico no cansa,
…………
Como sí los sermones

El tráfico amalgama,
………
y nos libera de calles fatuas,
sin remedio

Unx se deja transportar
…………
se integra a un ritmo
apenas se desvía de un tronco
otro lo absorbe,
……………..
Nadie se queda solo
Con sus argumentos
………

4 de abril

Hoy es sábado. Lo dice el calendario. No hay más señales. Sólo las sutilezas del ánimo me cuentan de alguna diferencia entre ayer y hoy, entre hace un rato y ahora.

Cuando iba a la escuela, tomábamos distancia. Un brazo alzado hacia adelante marcaba la separación que los ojos vigilantes chequeaban.

Camino hacia la farmacia, el cielo de un celeste inusual, el sol abarcando las calles. Algunos pocos caminan ensimismados enfundados de barbijos y guantes. Me ubico en la cola, a distancia del de adelante. No es necesario medir los pasos que nos distancian a unos de otrxs. El virus ya hizo lo suyo. La única señal es advertir al “semejante” en una peligrosa proximidad.

Mi cuerpo, agobiado... el señor de adelante me cuenta como preservar al barbijo para que dure. Me distraigo viendo los bares alrededor. Las sillas en su interior apiladas. Gente tomando un café, leyendo, charlando…banalidades de “antaño”. Piden reiniciarse.

“Mi agenda” dice: a las 18 skype con una amiga. Skype, zoom, whatssap, teléfono, Facebook. Variedades igualadas en la ausencia de piel.

Hace días que intento pintar… aún no pude. Hay tiempo.

Una amiga me cuenta que casi se incendia su edificio. Sus moradoras son mujeres mayores, no tanto y más jóvenes. Un ruido sordo, monocorde se infiltraba en su casa. Luego el humo, su olor, su pesadez. El parate aguza los sentidos. Se juntan algunas. Los peligros sorprenden donde no imaginamos. Algunos necesitan tribu para conjurarse.

Caminaban a tientas por el sótano hasta dar con las llaves de luz. La humareda nublaba la atmósfera. Las viejitas se protegían en los balcones. “Tranquilas ya pasa, gritaba alguna desde el sótano”. Cercanías olvidaron el metro 20 de distancia. En ocasiones ampara la vecindad de los cuerpos. Mujeres que olvidan "la inmunización" cuando la vida acecha con lo incalculable.

5 de abril

Desde que arrancó la pandemia es la primera vez que intento leer un libro, de papel. Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia. Abro en la página 113, ahí había quedado hace meses. Veo un subrayado... “ la novela se va a llamar Respiración artificial. Encuentro un poema de Eliot… el epígrafe de la novela. Tuvimos la experiencia pero no su sentido”...

Tenemos la experiencia pero no su sentido… Sobrevivir al sentido es la experiencia.

11 de abril

Ayer salí a comprar. De barbijo a barbijo se oían murmullos emocionados haciendo umbral frente a una dietética. “Yo a Alberto lo banco!!! Se me eriza la piel cuando pienso que nos cuida”... Una mezcla de sensaciones me asalta. Mi mirada se anclaba en la escena de la charla: distancia + barbijos + voces conmovidas bancando al señor que traza la cancha. Yo, siempre iconoclasta, al costado de cualquier centro, derribando padres... Hoy, mis lentes y barbijo ocultaban un nimio guiño de complicidad. Hoy.

Una mujer levanta sus manos enfundadas en guantes naranjas, esos que se usan para la limpieza. “gracias pachamama”... Giraba sobre sí misma, pedía aplausos. No me pregunté nada, ni el motivo de su agradecimiento, ni el por qué de su alegría. Guantes naranjas que portaban manos hacia arriba interrumpían el gris de las “protecciones”… sonrisas y cuerpo danzando alcanzaban.

Mi nieta de cuatro canta... "entro en un túnel, no sabemos hoy, ni sé quien soy". Veo a los niñxs crecer a través de la pantalla, escucho sus voces en audio. Inventemos abrazos de verdad... "cuando termine la cuarentena, y te asusten los monstruos, vení a casa que te voy a abrazar" dice Pedro. Simulacros de abrazo en la lejanía, convenidos simulacros.

Un amor me dice... "no hay más que hoy, no falta nada, escucha eso que se le escapa a la ansiedad de un después". Me propongo repetirlo como un mantra... no funciona. Sí, su voz.

Conversación en zoom con un grupo de maestrxs... plano cuadriculado expone rostros y nombres en formato foto carnet. Iconos de micrófonos cruzados o despejados indican el silencio o la toma de la palabra. Conversamos sobre escuelas que se desdibujan sin territorio, profesorxs que distraídos de sus planes se encuentran enredados en charlas inesperadas. Lapsos de olvido mediático. Desvíos de aislamiento.

Otto baila, sonríe, busca con su mirada el rostro de su papá, de su mamá. Sigue con su rutina o casi. Los jueves íbamos a la plaza. ¿Hace cuánto ya no es jueves?

14 de abril

15 hs. Me quedé sin efectivo. Y sin huevos y sin aceite. Me obsesiona el budín de banana que imagino cocinar. Y no es posible sin huevos ni aceite. Salgo con la idea de volver en media hora. Estoy en una interminable cola, pregunto la hora. No tengo celular. Cinco y veinte me contesta el de atrás mío. Aún resta un rato para mi turno. Dos personas delante. Cada compra que me antecede me resulta interminable. Respiro, vacilo entre irme o quedarme. Ya perdí una reunión acordada por WhatsApp y mi sesión de análisis. Me quedo. Nada justifica continuar postergando el budín de banana.

Regreso a paso firme tratando de desafiar el cansancio que me invade. Luego del trámite agobiante que se repite cada vez al volver, subo las escaleras. Me tiro al sillón en el que suelo leer y ahí, esperándome nuevamente Piglia. Leo un párrafo del Diario en el que Renzi relata una caminata post resaca. Descalzo recorre la calle Ayacucho cubierto de un gabán que esconde su pijama. Una ansiedad se fija en mi estómago. ¿Cómo es que vagabundea tan liviano frente al peligro del virus? Todos los tiempos son este tiempo.

15 de abril

Me despierto abombada. Dormí mal, de a intervalos. Soñé que abrazaba a mi hija. No recuerdo más. Me pregunto, ¿de qué sirve el análisis hoy? Se me angostan las palabras.

Ayer abrí una canilla del baño, intenté cerrarla pero giraba en falso. La opción plomero descartada. Desconozco donde se encuentra la llave de paso. La profecía de la biblia se encarnó en mi casa... #haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches y borraré de la faz de la tierra a todo ser viviente que he creado".

final

20 de abril

Leo una nota de Ana Longoni. No alcancé a conocerla el pasado septiembre cuando estuve con María Acaso, Amador Savater y otra gente en el Reina Sofía charlando sobre las formas urgentes de perforar tanto automatismo que insiste en las escuelas. Leo "No tener olfato". Es curioso que su relato pequeño se "huele", su escritura emana olores, sensaciones físicas. Me anima leerla como si aún hubiera algo que descubrir. No en el encierro, sino en lo que se filtra. Encontrar maneras de decir que huelan a ajo, jengibre, cúrcuma y ganas.

final

Créditos

Textos: Silvia Duschatzky

Fotografía: Carolina Nicora

Desarrollo: Rodrigo Noya